lunes, 8 de octubre de 2007

La navaja (Madrid, febrero de 2004)

Dicen los que saben del cerebro y la mente, o al menos me dijeron una vez que dicen, que la consciencia, ese fenómeno que nos permite darnos cuenta de nuestra propio vivir, se da en un punto de equilibro delicado, justo entre la locura caótica y el automatismo maquinista. Esa idea fue la que inspiró este relato, una tarde de invierno aparcado en un parque. Supongo que la tarde era gris, e incluso lluviosa, aunque feliz sin duda, y todo ello ayudó a describir lo que no tiene colores, ni formas ni sonidos. Por cierto, gracias a "I never promised you a rose garden", por haberse dejado leer una vez.

La batalla eterna entre Locura y Razón se lucha en los espacios infinitesimales de cada mente. Todos los Sardnevs del mundo viven en la ausencia de vencedor.

Sin número (Madrid, noviembre de 2003)

Lo mejor de este relato, sin duda, o al menos de su historia como tal relato, es que lo concebimos entre dos, durante una cena maravillosa en un restaurante favorito. Yo andaba buscando una idea, y entre plato y plato planteé la búsqueda a mi acompañante. El resto, por supuesto, fue tan sólo jugar. Un juego más :-) Luego, en los días posteriores, me encargué de escribirlo, desarrollando la idea original en una trama algo más elaborada. Así que de todos los achaques que presenta este relato, tal y como aquí se muestra, hay que culpar a mi falta de habilidad para sacar buen partido de la mejor de las inspiraciones.

Leonor, buscando orden, llegó al convento. ¿Cuándo fue que el orden se volvió demasiado? ¿Cúando despertó la loca entre los números perfectamente ordenados?

Aurora innoble (Madrid, octubre de 2003)

Este pequeño cuento lo inspiró una fotografía. No se trataba de una fotografía relacionada conmigo, siquiera. Era tan sólo un recorte de periódico, una pequeña imagen en blanco y negro, que igual podía ser un fragmento de un cuadro o una reproducción de una fotografía antigua. Probablemente era esto último. Era el retrato de una mujer, una mujer de expresión dulce rodeada por la neblina típica que pone en tiempo en las fotos antiguas. Me parecío que sus ojos y su cabeza ladada se despedían .

Hay cosas que sólo son presente. Que nunca comenzaron y nunca terminarán, y aún así duran sólo un instante. Para ellas no existe el orden natural de las cosas.

Los amores torpes (Madrid, octubre de 2003)

Aunque escrito algunos meses después, este relato es todavía resultado del viaje a Santander, a los cursos de verano. De nuevo iba yo en el coche, cuando en un descanso de la conversación surgieron a nuestro lado, en la carretera, varias grúas. Dos de ellas parecían haber sido congeladas en mitad de un abrazo, como si su propia rigidez metálica no les dejase completar el gesto. No había violencia o rabia en aquellos amantes resignados, tan sólo tristeza. ¿Qué mejor excusa para escribir sobre las torpezas que, de vez en cuando, comete el Amor?

Dos grúas no pueden abrazarse en mi memoria, mientras ese hombre del autobús se desespera en el móvil, y una loca grita. Algo no está bien. Algo se equivocó.

jueves, 4 de octubre de 2007

El hombre de las fotografías (Madrid, octubre de 2003)

Éste es, como tantos otros, un relato extraño, que incluye, bien mezclados y casi revueltos, un anciano violinista, unos versos de Juan Ramón Jiménez, una mención a la paradoja del gato en la caja y un narrador poco hábil. En lo del narrador está la clave de todo lo demás, supongo: yo le di voz, le dejé hablar, y ésta es la rara historia que le dio por contarme, así, de tirón. Por cierto, lo de ir al Auditorio Nacional y quedarme sin poder entrar... es absolutamente verídico. ¡Ah! Y también había por los alrededores un violinista... ;-)

¿Cómo saber qué aspecto tendrá el mundo cuando ya no estemos en él? ¿Cómo será el bar, el parque, la calle por la que pasamos cada día? ¿Cómo saber qué cambiará con mi marcha?

ROOMS (Playa de Langre, Cantabria, agosto de 2003)

Camino de Santander con unas amigas, donde íbamos a asistir a un curso impartido por Lobo Antùnez, pasamos con el coche por decenas de pueblecitos y aldeas de montaña. En una de ellas, en el cartel de un hostal, aparecía la palabra "ROOMS" en letras rojas, junto a los más típicos "Productos de la tierra", "Comida casera", etc. Me pareció llamativo, no sé. Supuse que detrás de aquello había una historia. Una historia que podía inventarme, quiero decir. Así que una semana después, cuando, en la playa al atardecer, una de mis amigas me propuso escribir cada uno un relato en una hora, a ver qué salía, como colofón a una semana tan literaria, yo jugaba con ventaja: la historia que escribí llevaba ya días dando vueltas por mi cabeza...

¿Y si el sueño finalmente se presenta? ¿Y si lo que anhelamos, nuestro deseo, se materializa ante nosotros, y sólo tenemos que alargar la mano para cogerlo? ¿Qué haremos entonces?

Las marcas (Madrid, junio de 2003)

Mi lectora favorita, una vez hubo leído este relato, me dijo que yo no tenía remedio, que hasta cuando intentaba hablar de perversiones, me salía algo romántico. A mí me gusta pensar que no es ni una cosa ni la otra, aunque tenga dosis de ambas. La perversión, aparente protagonista, no es en realidad más que un escenario, un entorno en el que situar todo lo demás. Por lo tanto, a la postre, no se trata, como pretendí al comenzar a escribirlo, de un relato de perversiones, eso es absolutamente cierto, sino un relato que utiliza la perversión como excusa. Aunque, eso sí, espero haberle sacado buen partido a las enormes posibilidades narrativas que ofrece, en potencia, tan escabroso tema... (Nota: de nuevo, y ahora con más razón si cabe, conviene abstenerse de colgar aquí el relato, por los mismos motivos que en el poema anterior. Como en aquel caso, el que quiera leerlo no tiene más que pedírmelo a mi dirección de correo electrónico: rueda@it.uc3m.es)

Para unos el pasado es el instante que acabó con todo lo demás. Para otros el presente es un orden inmutable. Para todos... para todos los días son tan difíciles...

El autista y las nubes (Madrid, junio de 2003)

Éste es un relato extraño, alegórico... raro, quizá sea la palabra. Es una metáfora a la que probablemente habría que haber recubierto con una capa más gruesa de historia. Aunque bien pensado, el personaje principal tiene poca historia que ser contada, y en eso radica precisamente su esencia y la de todo el relato. Al menos, poca historia visible que ser contada... Es el observador impasible del mundo, enternamente mirando el agua sin meter nunca un pie en ella. Me atrae ese tipo de personajes, que nunca hacen que suceda nada, y para los que todo sucede... fuera.

El autista contempla el mar en una playa desierta. Por siempre contempla el mar sin moverse, sin hacer un sólo gesto. Y sin embargo, una nube se aproxima...

Anoche (Madrid, primavera de 2003)

Este poema es el fruto de una apuesta, o mejor, de un reto: un amigo me propuso escribir una poesía erótica, pero indudablemente erótica, esto es, nada de veladas alusiones, aunque tampoco obscenidad grosera. A decir verdad, no sé si me lo planteó como un reto verdaderamente, o fui yo el que transformó la sugerencia hasta convertirlo en tal. Al fin y al cabo, no es que me prodigue mucho en la poesía, casi no recuerdo cuántos años pasaron desde la última que escribí antes de ésta, y menos aún en el género erótico. No me atrevería a decir que salí bien del lance, pero lo cierto es que quedé bastante satisfecho con el resultado. (Nota: dada la naturaleza de este texto, no me ha parecido oportuno colgarlo aquí directamente. Por aquellos de los niños y las sensibilidades y tal. Si alguien quiere leerlo, no tiene más que pedírmelo directamente al correo electrónico: rueda@it.uc3m.es)

Qué hermoso perderme anoche en tu cuerpo, y encontrarme con tu alma en el camino, cuando ya no sabía si tus temblores eran tuyos o míos. Qué hermoso anoche, cuando te amé. Qué hermoso.





El sueño de Ania (Madrid, primavera de 2003)

Este es el segundo relato (si es que "Me quedo con tus ojos" puede considerarse como tal) que escribí a raíz de mi viaje a Varsovia. Relato incomprendido y poco apreciado por la mayor parte de aquellos que han llegado a leerlo, es uno de mis favoritos. Quizá por como llegó a "obsesinarme suavemente" durante su concepción. Llevaba algunas semanas dándole vueltas la historia de la mujer de la piscina, pero aquello no terminaba de aterrizar. Entonces, tras salir de un restaurante de la capital polaca, Ania se introdujo en el relato y todo se arregló. Ambas mujeres empezaron a dibujarse la una a la otra, como las dos manos de Archer...

El tedio de una tarde de verano en la piscina. En la pesadez del calor y el olor a cloro, quedarse dormido mientras se escribe. Soñar. Ania también sueña en su casa de Varsovia, y todo son reflejos...





Destinos (Madrid, marzo de 2003)

Se me hace complicado comentar este cuento, porque lo que me gustaría decir sobre él haría desvelarse parte del juego que contiene. También podría indicar que no se lea este comentario hasta finalizada la lectura del relato, lo que, dicho sea de paso, debería aplicarse al resto de cuentos, pero no está en nuestra naturaleza, al menos no en la de la mayoría, ese tipo de espera. Así que me limitaré a comentar que el pequeño "juego de coordinación" realizado fue cuanto menos interesante, y hasta divertido quizá. Sólo espero no haber sacrificado nada por él...

Había una vez un hombre que murió por casualidad. Él sufría, gozaba, odiaba, sentía... Pero al final murió por casualidad. O quizá porque la casualidad no lo evitó. O quizá porque la Casualidad quisó jugar a ser Destino...

Me quedo con tus ojos (Varsovia, marzo 2003)

Siempre pensé que había un único inconveniente en el viajar: tener que hacer el equipaje. Hasta que me descubrí en una ocasión con una carga de melancolía mayor de lo habitual a todo fin de viaje. Y después, cada vez que regresaba de algún lugar, esa carga iba aumentando, poco a poco, pero sin parecer con intención ninguna de detenerse. Eso sí que es un inconveniente. Supongo que en el fondo de esto va este pequeño texto, que no llega ni a relato, de la sensación de dejar atrás un mundo entero, aunque sólo hayas estado unos días en él. Y de la encarnación de ese mundo en una mujer.

Los ojos de una mujer, y sobre todo la mirada que ellos materializan, es la entrada a un abismo que recoge el universo entero. Y siempre es difícil dejar atrás un universo.

La gallina y el Empire State (Madrid, febrero de 2003)

Un día, caminando por Madrid, escuché cacarear una gallina. No me encontraba cerca de una granja, ni en un suburbio de las afueras (si es que aún quedán de esos) Estaba en medio del casco urbano de una capital de más de tres millones de habitantes, y había escuchado cacarear a una gallina. El sonido venía de una azotea cercana. Quizá soy demasiado urbanita, pero la verdad, me resultó de lo más chocante. Tanto es así, que a mi cabeza le dio por llevar esa anécdota un poco más lejos, darle una pequeña vuelta de tuerca y...

En la capital del mundo moderno, en el corazón de todas las ciudades, un hombre persigue a una gallina. Un hombre sin nada persigue una gallina. Pero ésta no es fácil de atrapar...


No hay trenes (Madrid, invierno de 2003)

Lo cierto es que las ideas expresadas en este relato las tenía rondando por la cabeza desde tiempo atrás. La pena es que al final me saliesen tan "claras". Me explico: no creo que sea bueno escribir un relato que no se molesta en disimular ni lo más mínimo las ideas que pretende transmitir. Se corre el riesgo de transformar el relato en un panfleto, y que por lo tanto deje, incluso, de ser "literatura". Pero lo doy por bueno, ya que resultó casi una terapia y, cuanto menos, un desahogo. Eso sí, a partir de ahora procuraré no ser tan explícito...

Es curioso ver a la gente correr detrás de los trenes. ¿Tanto se pierde si se pierde un tren? Claro, que aún más curioso resulta si se corre detrás de trenes en un país donde no existe el ferrocarril...


Las preguntas (Madrid, diciembre de 2002)

Hacía mucho tiempo que andaba detrás de escribir un relato que hablase de lo sencillo que puede resultar matar cuando se anula la razón, cuando se eliminan las dudas. De hecho, tenía medio escrito algo al respecto, aparcado en una carpeta desde muchos meses atrás. Estaba atascadísimo. La historia se empantanaba sin llegar a ninguna parte. Entonces leí el reportaje sobre Andaleeh Takatka, una muchacha palestina kamikaze. Esa era la historia que necesitaba para contar lo que mi relato hasta entonces no había podido.

Matar es fácil. Terriblemente fácil. Un gesto. Un pequeño movimiento. Pura mecánica. Pero para conseguirlo hay que negar la propia mente. Algo muy difícil. Afortunadamente.


Cristales (Madrid, diciembre de 2002)

Parece complicado. O un absurdo, quizá. ¿Qué estará contando este relato tan extraño? Y sin embargo su lógica, la historia que se hay por debajo de las palabras no es tan extraña, si se mira desde un punto de vista adecuado. Aunque quizá, pensándolo bien, pueda no resultar sencillo localizar ese lugar, esa perspectiva que permita que todo cobre sentido. Conocer el tema de la narración sería una pista definitiva, pero ese se quedará entre bastidores. Porque si te explican un relato... ¿qué gracia tendrá entonces leerlo?

¿Quién o qué es la imagen que nos espera tras el cristal, que nos observa y a su vez se pregunta sobre nuestra identidad de observadores?


¡Don Sixto se muere! (Madrid, noviembre de 2002)


Este relato me trajo de cabeza durante algunos días. Un relato de humor. Debía ser un relato en tono de humor. Aquello escapaba a mis posibilidades. ¿Qué mejor motivación? Empecé a darle vueltas, lo reescribí cien veces en mi cabeza, decidí cambiar mi estilo habitual... Algún testigo tengo por ahí de la pequeña "obsesión" que yo mismo me cree. ¿Y al final? Bueno, digamos que de humor no salió, como era de esperar, pero sí que creo que al menos provoca una pequeña sonrisa, aunque sea acompañada de una lágrima. Lo que más recuerdo del tiempo que pasé escribiendo este relato, es que cuando me sentaba delante de las hojas en blanco, las frases salían solas. En definitiva: lo ideé a trompicones, pero lo escribí de un tirón. Y creo que no quedó mal del todo...

RELATO GANADOR DE LA VII EDICIÓN DEL CERTAMEN "LA PLUMA EXACTA", AÑO 2003.

Cosa curiosa es la razón, que cuando nos empeñamos en usarla a ultranza, en llevarla hasta sus últimas consecuencias, suele desembocar en los mayores absurdos.


Mariposa nocturna (Madrid, noviembre de 2002)


Lo cierto es que cuando escribí este relato pensé que me había salido un "miniculebrón" de lo más televisivo. Una especie de "tragedia-genera-lágrimas-fáciles" de lo más trivial. De hecho, es que la historia está de lo más trillada. Sin embargo, la gente que lo leyó en un principio pareció opinar de un modo diferente. Cierto que la historia no destacaba por ser precisamente original, pero me decían que la forma de contarla, que el enfoque adoptado, que el juego narrativo con la mariposa en el relato le hacían ser mucho mejor de lo que el argumento hubiese podido indicar en un principio. Quién sabe. A lo mejor tenían razón. Yo, que aún sigo pensando (aunque ahora con más reticencias) que esto no es más que un culebroncito mono, me he inclinado al final por pensar que, quizá, las cosas de las letras casi nunca son tan triviales como parecen...

RELATO GANADOR DEL SEGUNDO PREMIO EN EL CONCURSO DE RELATO DEL CLUB IBERIA 2004

Un insecto entra por una ventana una noche. Un simple insecto. Con obsesiones, anhelos, tristezas, recuerdos... Un insecto, en definitiva. Un simple insecto.


Ácrono sin destino (una tragedia casi griega) (Madrid, finales de octubre de 2002)

La intención inicial al escribir este relato (con forma de pequeña obra teatral) era imitar la temática y el estilo de las obras griegas clásicas, como por ejemplo Edipo Rey, de Sófocles. Supongo que el estilo está más o menos logrado, pero la temática... en las obras griegas el destino (por definición) es algo inmutable, mientras que aquí... De ahí lo de "una tragedia CASI griega". En otro orden de cosas, me resulta muy curioso releer este relato, porque una y otra vez me doy cuenta de que no estoy deacuerdo con la idea que transmite. Lo curioso es que cuando lo escribí... menos aún. Supongo, de todas maneras, que era difícil para mí escribir algo en esta línea con lo que no disentir: el mero hecho del destino inmutable ya me rechina bastante.

¿Qué les ocurre a los hombres que intentan cambiar su destino, a los que no se conforman? ¿Le gustará al Destino que alguien intente desafiar su infalibilidad?


La persiana (Madrid, octubre de 2002)

Al igual que el anterior, éste es uno de esos relatos que uno no sabe bien si llegan a serlo o se quedan por el camino, en algún punto difuso entre la narración completa y el simple ejercicio por capricho. Aunque sospecho que en esta ocasión se trata de un texto más cercano a lo primero que a lo segundo. Al menos más cercano que el anterior. Releyéndolo, me parece incluso ver un pequeño fondo detrás de la apariencia sencilla e inocente. Como si la historia se sintiese incómoda aceptando una condición de simple ejercicio, y se forzase por demostrarme que tiene entidad propia. Sea como sea, me ha gustado releerlo. Así las cosas... ¿para qué seguir elucubrando? :-)

Qué mala cosa que te invadan la intimidad. Peor, qué mala cosa que exista la posibilidad de que alguien pueda invadirla. Qué desconcertante. Debería poder cerrar esa persiana...


Bichitos (Madrid, principios de octubre de 2002)

Este es uno de los relatos que más he dudado en incluir aquí. Y no será el último. Lo cierto es que no es casi ni relato, sino tan sólo un pequeño ejercicio. Un "bueno, venga, vamos a llenar unas líneas, por hacer algo". De ahí mi reticencias: puestos a mostrar "mi obra", que sea obra de verdad, y no pequeños entrenamientos. Pero al final ha decidido que aquí hay sitio también para apuntes como éste. Total, han sido escritos por mi mano tanto como los otros. En ese sentido, voy a aceptar los principios de Isaac Asimov, que no gustaba de guardarse nada de lo que escribía, independientemente de su calidad. ¿Un planteamiento discutible? Ciertamente. Pero quién sabe, a lo mejor no es tirarme piedras contra mi propio tejado, al menos no tanto como pueda parecer. A alguien aprovechará... ;-)

¿Quién no se ha pasado tardes enteras buscando culpable cualquier cosa que le distrajese de una labor poco apetecible, tediosa? Llámese falta de concentración. Llámese buscar...


Caudal oscuro (retrato de un cuadro) (Madrid, septiembre de 2002)

El nueve de septiembre de 2002 fue domingo. Lo recuerdo bien porque el día antes, sábado, descubrí por casualidad un museo del que hasta el momento no había tenido noticia: el Museo Municipal de Arte Contemporáneo. Lo cierto es que me encantó. No sólo por la calidad de las obras expuestas, sino porque algunas, sólo con verlas, sugerían mil historias que llevar a otros tantos relatos. Por ejemplo la pintura "Caudal oscuro". Me quedé clavado delante de ella. Lástima no recordar ahora el nombre del pintor, pues me gustaría citarlo aquí. La fuerza del cuadro era tal, que en pocos segundos mi cabeza había imaginado, sin ningún esfuerzo, un cuento sobre él. Como si el mismo cuadro me lo estuviese contando. Tanto es así, que pasé toda la mañana del domingo siguiente dándole vueltas a este pequeño relato.

Hay momentos en la vida de las personas tan especialmente dramáticos, que sólo podemos verlos en nuestra memoria con los colores de los sentimientos que nos inspiraron.


Recursión (Madrid, agosto de 2002)

Este relato es el resultado de un experimento que probablemente me vino grande. La idea me surgió mientras discutíamos temas de metanarrativa y metalenguaje. Entonces aquello se me juntó con mi labor como profesor de programación de ordenadores, y pensé que sería interesante escribir un texto en el que se reflejase de alguna manera el concepto de "recursión" (entendida desde el punto de vista informático) Esto es, un texto que de alguna manera se fuese llamando a sí mismo a fin de poder desarrollarse, hasta llegar a una conclusión que produjese la vuelta atrás, con la consiguiente resolución del problema inicial. Y lo que salió fue esto...

La vida va pasando, y parece comportarse a veces como una fórmula matématica, donde dándole valores a la variable edad podemos descubrir tantas cosas...


El idilio inquebrantable de mi amigo Antonio (Madrid, primavera de 2002)

Es éste un relato ligero, escrito con cierta ironía, quizá, o mejor, con una sonrisa medio pícara, de burla condescendiente ante la ingenuidad... Qué sé yo. El caso es que encaja muy bien en ese tono "fermoso y florido" que suele suponérsele a la primavera. En fin, supongo que, recién terminada mi tesis doctoral, yo mismo me sentía ligero, o más bien "aligerado", y no estaba para tormentos ni desgarros de ropa demasiado serios ;-)

¡Qué hermoso es el amor profundo, verdadero y, sobre todo, a distancia! ¡Qué indestructible la fantasía del ser amado y del enamoramiento sin átomos! Qué... fantasía.


Tartán (Madrid, abril de 2002)

Este es el primer relato serio, esto es, no un pequeño ejercicio, que escribí desde que empecé a trabajar con la gente de la Casa del Reloj, y muy en especial con los amigos que al final formamos el grupo de escritores "Hilaro Tejedor". En el seno de ese grupo, trabajando conjuntamente en nuestra obra "Entretelas", a la cual pertenece el presente relato, corrigiéndonos unos a otros, releyendo, reescribiendo... he aprendido muchísimo. Y mucho más que aún espero seguir aprendiendo con ellos. Porque además, con escritura o sin ella, ¿quién podría rechazar echarse unas risas delante de sendas copas y tapas, con gente como esa? Pues lo dicho, que aquí queda este cuento, cuya condición inicial era bien sencilla: tenía que girar en torno a una tela o tejido.

Los sueños son aquel lugar eterno donde nos refugiamos de la realidad. Aunque en ocasiones es la realidad la que viene a rescatarnos de nuestros propios sueños...


Lancelote (Lanzarote-Madrid, agosto de 2001. Revisado en noviembre de 2002)

He aquí otro texto que no sabría muy bien cómo definir. Ni relato ni poesía, tendremos que volver a apuntarnos a aquello de la "prosa poética". Ahora bien, eso no quita para que sea uno de los textos que han salido de más dentro de mí. Tanto es así, que con toda probabilidad resultará ininteligible a casi todos. Quizá debería hacer como los pintores, y reservar esta obra para mi colección personal. Pero creo que es mejor que esté aquí, donde pueda adquirir una vida propia, una objetividad a la que, sometiéndola a encierro, nunca podría acceder...

Si hay un lugar donde se realice el contrabando entre el cielo y el infierno, ese es sin duda la isla de Lanzarote. El rincón donde ángeles y demonios parecen darse la mano, aprisionando almas en el embite.


Te esperaré (Madrid, septiembre de 2000)

Estoy convencido de que este relato marcará un antes y un después en mi forma de escribir. Por primera vez (aunque esto ya empezaba a ocurrir en "Incertidumbre") escribo plenamente consciente de lo que hago. Cada frase, cada palabra, el relato en su conjunto está cuidadosamente planificado y desarrollado. Nada es casual. La historia busca la lectura múltiple, la complejidad narrativa, mientras que el estilo trata de cuidarse al máximo. Por primera vez he mimado una obra, la he acunado buscando realmente algo que mereciese la pena. Tanto es así, que tengo miedo de no volver a lograr lo mismo.

Hay ocasiones en que nuestro destino parece estar escrito, por aparcérsenos el pasado eternizado en el futuro. Y quizá sea cierto. Quizá se escribió cuando éramos niños. Quizá fue entonces cuando comenzamos la espera...

¿Incertidumbre? (Madrid, octubre de 1999)

Mi primer, y hasta el momento único relato de ciencia-ficción. Un modesto homenaje a Isaac Asimov y a todos aquellos genios del género que no lo conciben como simples aventuras en el espacio, y que saben que la verdadera protagonista aquí es la ciencia (incluyendo, ¿por qué no?, las ciencias humanas), y no las naves espaciales y las pistolas de rayos.

Educación, tecnología, física, y, presidiéndolo todo, el Tiempo, ese gran enigma que mueve las manecillas del inmenso reloj en el que vivimos. ¿Libertad o destino?

La despedida (octubre y noviembre de 1998)

Hace unos meses alguien me dijo que esto que yo hacía en textos como el presente era algo así como "prosa poética". Lo cierto es que me quitó un peso de encima, pues hasta el momento yo lo catalogaba de rareza, sin más: algo demasiado soso para ser poesía pero también demasiado floreado como para considerarse prosa. Lo que no ha cambiado es el gusto que siento haciendo textos como éste. Son los que saco de más adentro.

Y llegó el momento de marcharse. Aquel verano maravilloso terminaba, y tenía que dejar la ciudad. Esa urbe magnífica de la que me enamoré. Imposible olvidarla.

El viejo y la muerte (septiembre de 1996)

Un pequeño homenaje y a la vez un pequeño experimento. Un intento por escribir algo que me era ajeno, pero que a la vez, en cierta manera, conocía muy bien. Perdonad que no sea más explícito, pero no me apetece contar más. Me basta con que refleje parte de mis recuerdos, a la vez que inventa pensamientos que nunca tuve. Un pequeño retazo de recuerdo, para que todo quede grabado en mi memoria.

Mirar atrás en el lento escenario de un pueblo. Mirar y ver que la desembocadura está cerca, pero que el camino fue animoso y fuerte. Y aún lo es.


Adiós (Gijón, agosto de 1996)

Muchas cosas cambiaban aquel año para mí. Era el final de mi etapa universitaria, el final de mi vida dentro del camino marcado por los usos educativos de este país. Era un momento en el que estaba diciendo adiós a a todo un mundo y, como suele ocurrir en estos casos, todo sucedió demasiado deprisa, atropellado por la llegada del futuro. Así que ese verano, estando de vacaciones en Gijón, mientras mis amigos dormían la siesta, comencé a escribir este relato.

Un inmenso adiós. Porque cuando sabes que nunca volverás a ver a alguien, nada puede evitar una despedida.

Otoño (Madrid, abril de 1996)

Este relato supuso un punto de inflexión importante en mi aprendizaje como escritor (aunque esta palabra me viene un poco grande): fue el primero que realicé tras leer un par de libros que me influyeron muy especialmente. Uno de ellos "La sonrisa etrusca", de José Luis Sanpedro, en cuyas páginas aprendí que se podía desnudar un alma en la simplicidad de lo cotidiano. El otro, y quizá más importante para mí, fue "El cuento de nunca acabar", de Carmen Martín Gaite. Este libro me ensenó lo que significa la literatura, la belleza intrínseca que tiene el hecho de narrar una historia.

Una historia... La historia de una persona capaz de catalizar las almas. La historia que de nuevo nos advierte de que el otoño hará caer las hojas.

Corriendo (Madrid, abril de 1996)

Releyendo ahora este relato, y contemplándolo con ojos nostálgicos, no me parece tan extremadamente malo como cuando lo escribí. ¿Qué más se podía pedir a un par de horas de escritura alocada y presurosa? Ahora, su exceso de moralina mal disimulada me hace hasta gracia. Será que me trae recuerdos. Será que las ideas expuestas no han perdido vigencia en mi cabeza. No sé.

Lo cierto es que la prisa sigue siendo la eterna amenaza. Que nos gastamos en un movimiento perpetuo y acelerado. Últimamente me pregunto dónde está el pensamiento que perdemos en la acción.

La soledad del Tábano (Madrid, noviembre de 1994)

Este relato nunca pretendió ser ciencia-ficción, y aún hoy creo que no lo es, pese a que toda la narración esté poblada de elementos tecnológicos. Pero es sólo decorado. La historia es otra. Una historia que igual puede ocurrir en una nave espacial que en un autobús. Además de el contenido, otro aspecto merece ser comentado: recuerdo muy especialmente la forma en que compuse la narración. Fue una expecie de experimento. Se trataba de lograr coherencia partiendo de un conjunto dispar de ideas básicas. Y el resultado no es del todo malo, a mi entender.

Este resultado que flota en el vacío del espacio, y que cuenta la historia de una llama capaz de iluminar la soledad. Pero ésta última es una traidora enemiga, y sabe que la llama no puede mantenerse encendida mucho tiempo en aislamiento...