jueves, 4 de octubre de 2007

Corriendo (Madrid, abril de 1996)

Releyendo ahora este relato, y contemplándolo con ojos nostálgicos, no me parece tan extremadamente malo como cuando lo escribí. ¿Qué más se podía pedir a un par de horas de escritura alocada y presurosa? Ahora, su exceso de moralina mal disimulada me hace hasta gracia. Será que me trae recuerdos. Será que las ideas expuestas no han perdido vigencia en mi cabeza. No sé.

Lo cierto es que la prisa sigue siendo la eterna amenaza. Que nos gastamos en un movimiento perpetuo y acelerado. Últimamente me pregunto dónde está el pensamiento que perdemos en la acción.

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